Breiner García sale de la cárcel acompañado del consejero espiritual de la cárcel modelo de Barranquilla, quien le entrega un papel para que contacte a una viuda desconocida. El primer rechazo que encuentra es el del bus, que no le para: el segundo es de su bolsillo y su estómago, que no acoplan para calmar el hambre del todo. El tercero es de la casa del carnaval, cuya entrada no puede pagar. Le tienta la posibilidad de conseguir dinero fácil robando un celular a algún chico rico descuidado, pero decide mejor: toma los dulces que le pasó el consejero y se monta a un bus a vender, fracasando y teniendo su cuarto rechazo del día.
Al llegar a su barrio en Soledad, su pobreza contrasta con la abundancia de una amigo atracador contando dinero. Hablando amigos del barrio se entera de que hay un grupo de letanías con el que podría rebuscarse algo de dinero en Carnavales, porque seguramente en ningún lado lo van a contratar con esa nota roja que marca su paso por la cárcel. También se entera que lo andan buscando dos coletos enemigos (antes amigos) por una deuda pendiente no definida…y justo ido en estas preocupaciones, lo encuentran y lo persiguen. De nuevo la violencia llama a Breiner a solucionar por ahí el conflicto mientras se esconde, pero el papel que le dio el consejero lo hace reflexionar y al día siguiente está en el primer ensayo con los latanieros. Mientras los letanieros tratan de crear unos versos alegóricos a que el 60% de los Barranquilleros no pueden comer las tres comidas diarias, él se ve reflejado en el chiste y se pregunta si la libertad realmente no tiene precio, si realmente vale la pena.
Llegada la noche de Guacherna, Breiner parece haber recibido una inyección de vitalidad mientras ceremonialmente se viste con su ajuar de letaniero. Cantando, se prepara para su gran noche.
En un estadero de los cientos que puede haber entre Barranquilla y Soledad abiertos durante carnaval, después del desfile de la Guacherna, la introversión, novatez y melancolía de Breiner hace que su papel nunca sea del todo protagónico, pero él es feliz. Incluso los mismos coletos que semanas antes lo persiguieron están disfrutando la fiesta. En medio de las letanías groseras y las letanías políticas, todo el mundo disfruta la fiesta, incluso Breiner, hasta que se acerca uno de los coletos. No vemos qué se dice, pero al sonar de los tambores, la guacharaca y la flauta de millo, la violencia parece disolverse…en trago, por el momento. Los letanieros se van y, borracho, Breiner también lo hace: la noche de Cuacherna y su magia ya se acaban.
Breiner deambula por una calle amarillenta barranquillera pensando en qué le dirá a la viuda. Cuando se acabe el carnaval. Cuando el hambre siga.